lunes, 4 de junio de 2012

Remakes



Es curioso como los recuerdos transforman la realidad, ya lo decía Leonard Shelby en Memento: "La memoria puede cambiar la forma de una habitación o el color de un coche, los recuerdos desvirtúan, son una interpretación, no un registro". Esto (dicen) está directamente relacionado con el funcionamiento del cerebro, por su forma de almacenar los datos "necesita" cierta coherencia y no registros aislados como hace un ordenador; de manera que lo que almacena son historias en las que faltan datos y rellena estos vacios con lo que, según cada uno, considera más probable o verosímil (o bonito) y completa el episodio. O simplemente coge trozos de varios sucesos que no tienen relación y los mezcla haciendo con ellos un recuerdo menos original pero igual de falso.


Esto es aplicable al cine, las películas pasan a ser un recuerdo en el momento en que acaban. Hay títulos que vimos hace mucho tiempo de los que tenemos un gran recuerdo y otros no tanto, y al volverlos a ver en ocasiones intercambian los papeles sorprendiéndonos al redescubrir un titulo que en su momento nos pareció mediocre o al decepcionarnos algo que creíamos era excelente; evidentemente la película no cambia, es el observador el que lo hace ya sea por su situación personal en el momento de verla, su madurez o experiencias adquiridas, y es que no es lo mismo observar a los trece que a los veintisiete años.

Cuando alguien habla entusiasmado de un remake algunas personas que conocen el original comienzan a desconfiar y se preparan para asegurar que "esos refritos solo ponen de manifiesto la falta de originalidad de los realizadores actuales" y otras afirmaciones igual de originales; si hablas de un remake sin saber que es un remake la mofa puede ser hiriente.


Reconozco que me he visto despotricando ante la idea de un remake de la impactante Funny games, sobre todo cuando vi a la nueva protagonista, pues recordaba cierta escena traumática para una madre de mediana edad que carecería de deshonor para una bella actriz de Hollywood.

He visto películas sobre hechos reales, sobre libros, sobre obras de teatro, películas sobre comics y sobre videojuegos, y aunque dedicarse a hacer películas que tratan sobre películas suena a despropósito, esto se debe solo a la cacofonía que produce la pronunciación de dicha construcción gramatical, pues basta con decir remake para que tal actividad no parezca un disparate.

Un largometraje no ha de ser considerado una fuente de inspiración de menor legitimidad que una novela, un suceso real, etc. Por otro lado lo que importa de una obra es el resultado final, no la pureza de su linaje. Y al final, el resultado es que películas tan trascendentales como La Cosa, El Precio del Poder o Infiltrados son remakes.


Como lo es también la inolvidable 12 monos, aunque su punto de partida sea un corto de 29 minutos contado a base de fotografías fijas ("La Jetée"). Hay que decir que, al menos en este caso, las "rarezas" de las que se suelen quejar los detractores de Terry Gilliam no son estridentes y están poderosamente justificadas por el carácter de la historia.


De hecho debió generar gran desconfianza dejar en manos de un realizador tan acostumbrado a la exageración y a la confusión un guión sobre la extinción de la humanidad y los viajes en el tiempo. Las consecuencias de esta negligencia son conocidas por todos: una historia atrayente contada de manera diferente pero muy coherente, unas interpretaciones excelentes con Brad Pitt en uno de esos excéntricos  papeles que llaman tanto la atención (por el que fue nominado al óscar) y en conjunto una obra tan apasionante como la original pero (al menos como experiencia cinematográfica) más completa.

Valorar si originales o remakes son mejores puede ser complicado e injusto aunque solo sea por la diferencia de años que median entre unas y otras en la mayoría de los casos, claro que en otros casos entrar a valorar resulta sencillo y justo: Abre los ojos (1997) es infinitamente mejor que Vanilla Sky (2001) por ejemplo, es más, ésta última no sólo no aporta nada nuevo (quizás algunos temas de la banda sonora), sino que deshonra a la joya de Amenábar haciéndola aparecer constantemente en la misma frase.
        
No obstante son muchos los títulos que hacen que merezca la pena tomarse en serio todo proyecto cinematográfico basado en otro anterior, la última que recuerdo: Valor de ley (2010).

Cuando se anuncia una nueva película de los Coen comienza a invadirme un entusiasmo controlable, pero esta vez por ser un western llegué al punto de temer por la integridad de la imagen social de las personas que invadían el espacio de cortesía que me rodea.



Esos tipos duros capaces de cambiar su destino a base de rapidez y puntería, para los que la ley está subordinada a los principios morales (de cada uno), las persecuciones interminables en las que a lo largo del camino se pierde de vista el rastro o la finalidad del viaje; todo sumado a la capacidad que tienen los hermanos de hacer tan creíbles y realistas situaciones y personajes tan extravagantes, y sobre todo a la manera que tienen de mostrarlo.

Y a pesar de encontrarme en la situación de ser fácilmente decepcionado salí con una sonrisa regocijándome en la buena inversión que había hecho con esos ciento diez minutos de mi vida.


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